Empezar el día con un objetivo y acabarlo con una pregunta que revise el cumplimiento de objetivos. Este parece ser el sencillo consejo de alguien que logró destacar en la ciencia, las artes, la literatura, el periodismo y la política.
La imagen de debajo de estas líneas revela el truco que una persona tan dotada de recursos intelectuales como Benjamin Franklin introdujo en su rutina diaria. El objetivo era buscar «el orden para que cada parte de mi negocio tuviera su tiempo dedicado». En una página de su pequeño libro de notas recogía el siguiente esquema para las 24 horas de un día normal:

En pie desde las 5 de la mañana.
En primer lugar, empezar el día con una pregunta clave: ¿Qué voy a hacer de bueno en este día?
Entre 5 y 7: levantarse, marcar la resolución de este día, seguir estudiando y desayunar.
Entre 9 y 11: trabajo.
Mediodía (12 a 1): leer o repasar las cuentas. Comer.
Tarde (de 2 a 5): trabajo.
Noche (de 6 a 9): ordenar, cena, música o diversión, o conversación. Repaso del Día.
Noche (de 10 a 5 de la mañana): dormir.
















